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jueves, 10 de octubre de 2013

Jardines del Retiro. Ana Grande López.



Iniciamos el recorrido por el Retiro, el cual desde el siglo XX es un espacio utilizado como uno de los pulmones de la ciudad de Madrid.


Desde la puerta de Madrid, diseñada por José Urioste, entramos al paseo del duque de Fernán Núñez, conocido como paseo de los coches, desde el cual se puede acceder, pasada la puerta de Herrero Palacios, a los Jardines de Cecilio Rodríguez (1865-1953). El jardinero mayor del ayuntamiento, Cecilio Rodríguez, dispuso que durante cuarenta años se pagara una pequeña cantidad por entrar a la casa de las fieras y jardines, y pudo de esta manera, enlosar el camino central, instalar arbustos y adecuar las jaulas. Destacan la alineación de cedros, de plátanos y de pinos piñoneros y algunos ejemplares de olivos, abetos y cipreses. Es un jardín en el que podemos observar un monumento dedicado al diseñador del espacio, un estanque con sus fuentes (con una bellota en la cúspide), unas pérgolas, una estatua de Venus, la fuente de las Gaviotas, alrededor de la cual hay ocho columnas de granito.



Si continuamos la visita por el paseo del duque Fernán Núñez, llegamos a la Rosaleda, donde desde 1883 hasta los años treinta de este siglo, estuvo la estufa invernadero que regaló el marqués de Salamanca para la aclimatación de plantas exóticas. En el año 1914 el ayuntamiento de la ciudad dispuso crear en este lugar una rosaleda, realizada también por Cecilio Rodríguez. Las rosas que aquí se han cultivado, junto a las del parque del Oeste, han sido siempre las más bellas de la capital.


En el lado opuesto del parque, entrando al mismo desde la calle Alfonso XII, por la barroca puerta de Felipe IV (Melchor de Bueras), accedemos a otro maravilloso jardín, conocido desde el siglo XVIII como El Parterre. Antiguamente dicho jardín se conocía como El Ochavado, un jardín de gusto italiano, que era una huerta con ocho calles de arena que partían desde un centro común en forma de estrella, adornado con arbustos de flor entre cuadros de boj, estatuas en las avenidas y castaños de indias y otros tipos de árboles que lo hacían vistoso, en las calles. En la primera mitad del siglo XVIII, Felipe V encargó al arquitecto Robert de Cotte la reforma del parque al estilo francés. Posteriormente, en el siglo XIX fue reformado por Francisco Viet (jardinero mayor de los jardines del Campo del Moro) quien tuvo la idea de hacer el mirador y el muro de ladrillo. Tras la Guerra Civil, Herrero Palacios plantó setos bajos de boj con césped dentro, laureles, sabinas, y aligustres.  Podemos apreciar un “árbol viejo de agua” o ahuehuete, un ejemplar de “ciprés mexicano”, cerca del cual hay un pequeño estanque con una fuente, llamada “de la alcachofa” (que tiene su gemelo enfrente). Ambos estanque son rodeados por aligustres recortados a modo de setas. A su vez, los “parterres”, que rodean los estanques, están rodeados por  laureles. En el centro de estos “parterres” hay un jarrón con decoración en relieve. También se aprecian cedros, castaños de indias, magnolios, olmos podados, cipreses y algún monumento como los dedicados a Jacinto Benavente, a su padre, al Doctor Ángel Pulido Fernández; y alguna fuente como la antigua fuente de los Delfines, la nueva, y la fuente de los Tritones (dentro de una gran concha de caliza). 


Bibliografía
                             Texto: http://elretiroyyo.com/

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