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martes, 10 de diciembre de 2013

MYSTIC RIVER. GRANDE LÓPEZ ANA

Mystic River
2003
“Me pregunto en qué momento se pierde la inocencia” Marcia Gay Harden

Sobrecogedor largometraje basado en el bestseller del novelista Dennis Lehane que fue adaptado al cine por el guionista Brian Helgeland.
Como acostumbran los relatos de Lehane, esta historia nos sitúa en un barrio marginal de la ciudad de Boston (Massachusetts) donde ocurre un trágico suceso que marca las vidas de tres amigos para siempre, distanciando la relación entre los mismos.  

La novela negra, y su plasmación cinematográfica, es cuanto menos real y verosímil. El trabajo de Clint Eastwood en este filme es espectacular, pues se sale de la trama meramente policiaca para adentrarse en la vida y los sentimientos de cada personaje (marcados todos por la violencia y sus consecuencias), interiorizando de manera abrumadora en lo más oscuro de cada uno. Esto le permite criticar sin prejuicios el aspecto miserable del ser humano, sus fantasmas reales e imaginarios que lo atormentan hasta impedirle escapar de su destino, capaz de marcar su existencia; al mismo tiempo que deja poco espacio para la esperanza. Así, Eastwood trata temas como: la culpa (sentimiento inevitable en Jimmy y Sean, por haber sido Dave quien subió al coche, momento al que se alude en la escena en la que éste se monta en el coche con los matones de Jimmy, y al final de la película cuando Jimmy y Sean recuerdan aquel fatídico día del cual no pueden salir emocionalmente), el perdón, la justicia (alejada de la ley que aplica Sean como detective de homicidios en el Estado de Massachusetts, con Dave como asesino de pedófilos y Jimmy como cerebro criminal, que se retira de tal mundo tras ser excarcelado y dedicarse a su familia, en especial a su hija Katie). Además en la película se denuncia un tema que obsesiona al director: el de la infancia desprotegida, con detalles como los de al comienzo de la película, cuando se llevan a Dave sin que éste terminara de escribir su nombre en el cemento, símbolo de una infancia interrumpida por dos monstruos a ojo de un inocente niño, y el hecho de que uno de ellos llevara un anillo con un Cristo, cuestionando la protección de los hombres de Dios a los niños.
Los tres personajes principales quedan afectados por el suceso de su pasado, que determina sus vidas como adultos. Individualmente estos personajes complejos y muy bien definidos, tienen sus propios demonios personales contra los que luchan, aportando esto más vida al relato. El personaje de Dave (Tim Robbins) queda traumatizado tras vivir su dolorosa experiencia de niño, la cual intenta superar interiorizando. En este punto nos encontramos con la lección de que en la vida debes asimilar tus miedos y tus problemas, resolviéndolos con la comunicación, afianzando la confianza en uno mismo para así no agravar los problemas y convertirlos en extraordinarios. Junto a Dave está su esposa Celeste (Marcia Gay Harden), un claro ejemplo de debilidad, de miedo, una mujer que no confía en su marido, actitud que le llevará a la desolación.
En el lado opuesto vemos a Jimmy (Sean Penn), personaje que encarna la idea de un “depredador”. Es un hombre con una actitud fuerte y firme. Ingresó en prisión dejando a una esposa enferma y a una hija, por y para la cual vivió tras salir de la cárcel, hasta que ésta fue asesinada, pereciendo con ella parte de su vida. A su lado, su segunda esposa, Annabeth (Laura Linney), con una actitud totalmente opuesta a la de su prima Celeste, es una mujer segura, leal y protectora, que sorprende con el mensaje alentador que transmite a su marido, sobre lo que significa ser un hombre de verdad.  Cabe mencionar también al personaje de Katie, la hija asesinada de Jimmy, y sus ambiciones y deseos de salir de ese barrio marginal que limitaba sus sueños.
En tercer lugar la figura de Sean (Kevin Bacon), que como ya he dicho anteriormente es detective de homicidios, un empleo que ha deshumanizado su persona y le ha separado de su mujer con quien mantiene infructuosas llamadas telefónicas. A su lado, el detective Whitey Powers (Laurence Fishburne) es quien aporta objetividad a la hora de investigar el caso del asesinato de Katie, que tras veinticinco años ha reunido a los tres amigos de la infancia, ahora meros conocidos.
Analizando los personajes, se observa la relevancia de las aportaciones femeninas a la trama.

La película fue galardonada con dos premios Óscar a mejor actor, Sean Penn, y mejor actor de reparto, Tim Robbins. Aunque el papel que desempeñan ambos actores es verdaderamente bueno a lo largo de la película, cabe mencionar dos escenas en las que sus actuaciones alcanzan su máximo esplendor. La reacción de Jimmy al descubrirse el cuerpo sin vida de su hija y cómo entre gritos de desesperación es retenido por un grupo de policías, culminando la escena con un plano cenital, que puede significar la mirada de Dios.

Por su parte, la destacable escena de Tim Robbins se produce cuando en una habitación oscura de su casa, le habla a su asustada mujer de sus sentimientos y los miedos y demonios que se apoderaron de él y le han convertido en un monstruo. Argumento que se dramatiza con la centrada iluminación en los ojos de Dave. 

Para concluir con el análisis, es interesante citar una frase de Jimmy: “Aquí enterramos nuestros pecados y lavamos nuestras conciencias “. Se refiere por supuesto al Mystic River, donde arroja a la víctima que cree culpable del asesinato de su hija.

Esta obra maestra no sólo mantiene al espectador intrigado por los misterios que esconde sino que también, crea en él cierto vacío que hace que reflexione sobre el papel que ejerce en su vida, sus límites, sus miedos y la actitud con la que debe afrontar las situaciones.
Personalmente, me quedo con la escena en la que Katie y sus amigas están bailando en la barra del bar en el que Dave se está tomando una cerveza, y cómo éste las observa en silencio, ajeno al bullicio de la fiesta, como pensando: “yo me he perdido eso”.  



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